En su libro «La Iniciación» el Dr Alfonso expresa de una manera simple y a su vez profunda la necesidad que debemos tener todos los hombres de purificar nuestros sentimientos.
Explica que «es esencial para hollar el sendero iniciático, el dominar, y no la anulación (como erróneamente se ha dicho otras veces) de los deseos y de las pasiones»
En su escrito cita a Santo Tomás cuando este dice: «Las pasiones han sido puestas en nuestra naturaleza por Dios, con objeto de que ejerzan sobre nuestra voluntad una acción estimulante o de refuerzo»
Éstas «constituyen una fuerza que, no nos es dable negar», por eso nos da la clave para dominarlas y es «poniéndolas al servicio de lo superior»
Sigue diciendo que las hay más sutiles, como por ejemplo, el orgullo, la vanidad, la intransigencia y el espíritu de lucha, que constituyen terribles obstáculos en el camino de la espiritualidad, pues son contrarias al sentimiento de fraternidad.
Les voy a trascribir del libro conceptos que él enseña para que puedan reflexionar sobre eso:
«La vanidad: es la cualidad de todo lo que está vacío de contenido. Es representación sin fondo. La vanidad de los cargos, los puestos y los grados, es defecto moral muy extendido entre los hombres… Y esto se debe a la propia superestimación que nos hace suponer que nuestras ideas y acciones pueden ser un ejemplo para los demás, olvidando la humildad, virtud cotizable como ninguna en el camino iniciático, que nos impele a servir sin pedir.
Un grado de «compañero» sin sentimiento de fraternidad o un grado de «maestro» sin haber enseñado nada a nadie son «vanidad de vanidades».
El orgullo: es una enfermedad del alma que impide la conciencia espiritual. Creerse superior y cultivar un sentimiento de altivez y desprecio a los demás, supone carecer de la necesaria inteligencia para hollar el «sendero». Todos somos superiores a unos e inferiores a otros, en lo que a nuestro grado evolutivo se refiere; pero todos somos iguales como esencia, por lo cual nuestra aparente superioridad sobre otros más humildes es solamente una cuestión contingente o circunstancial.
Decía Pitágoras, con su proverbial sabiduría: «No te creas más sabio que otro; esto probaría que lo eres menos»
La intransigencia: dimana de una especie de orgullo intelectual por el que uno se supone en posesión de la verdad mientras considera equivocados a los demás. Esto tiene su causa en la posición dogmática que impide reconocer la parte de verdad atisbada por la inteligencia de las demás personas.
El espíritu de lucha: es otra variante del orgullo, e hijo, como este, de la soberbia. Queremos luchar para imponernos y dominar a nuestros semejantes. Esto cuando no se debe a una intención egoísta, se debe a nuestra vanidosa pretensión de creernos poseídos por la razón y capacitados para dictar nuestras soluciones a la fuerza… Pero en la mayor parte de los casos se debe a no haber encontrado paz en la propia alma, por una discordancia entre lo que se piensa y lo que se siente, entre la cabeza y el corazón.
Los deseos insatisfechos y las pasiones desbordadas por falta de meditación sobre sus consecuencias; los errores de la inteligencia por falta de discernimiento, son causa de lucha interior que se traduce en lucha contra nuestros semejantes y que no tienen otro remedio más que la meditación suficiente»
Por último una frase muy oportuna para el tiempo de meditación o de silencio:
«
Hola María Silvina,
Este texto es de Eduardo Alfonso. Este teósofo, discípulo de Mario Roso de Luna, en la dictadura franquista emigró a Latinoamérica, aunque después volvió a España.
¿Sabes a donde emigró? ¿Conoces familiares de él?
Si sabes algo por favor coméntame, aunque sea por privado.
Gracias de antemano.
José Manuel Navarro
Hola! Perdón la demora en contestar. No conozco hacia donde se dirigió, no sé sobre su familia. Lamento no serte de utilidad.